Trump Wins: The Decline of American Hegemony?

By Cesar Vargas. (Español debajo)

The resounding victory of Donald Trump in the presidential elections, securing control over both chambers of Congress and backed by a Supreme Court with a markedly conservative bent, presents the United States as a transformed nation with a weakened system of checks and balances at the federal level. With a president who is already experienced in wielding power and now has full autonomy to execute his agenda without the need for advisors or moderating influences, the U.S. political landscape signals an era of significant centralization and unilateral direction.

This scenario raises a crucial question: what implications will this new United States have in the sphere of foreign policy, and how will it affect the global balance of power?

Toward the End of American Hegemony

The central hypothesis of this analysis suggests that American hegemony, understood as undisputed leadership of the "free world," may be approaching its end. Under a mandate that strictly prioritizes national interests and adopts an openly confrontational commercial and diplomatic stance, the United States may cease to be seen as the guardian of the liberal international order and instead be perceived as a threat to the very system it has traditionally led. Faced with this shift, other nations may be compelled to develop self-defense policies and formulate autonomous strategies in trade and security.

Europe: A New Potential Point of Reference

In this context, Europe emerges as a region with the potential to establish itself as a new reference point for economic and regulatory policies on the global stage. Its purchasing power is comparable to that of the United States, and its industrial sector possesses cutting-edge technologies in strategic areas, which favorably positions it to reshape global value chains to its advantage. A monetary policy aimed at reinstating the euro as a benchmark currency for commodity transactions—such as gas and oil—could undermine the dominance of the dollar and reduce international dependence on the U.S. currency. This measure could exert economic pressure on the United States and mitigate the impact of its increasingly aggressive trade policies.

Security and Military Alliances: Challenges and Realignment

In terms of security, Europe must also reconsider its strategic alliances, no longer through the lens of a unified "Western" bloc, but from a perspective that responds to its own continental interests. Relations with Russia and the ongoing conflict in Ukraine are central to this realignment. While a peace agreement that allows for the resumption of energy supplies from Russia would represent an economic advantage for Europe, such a decision must be carefully evaluated. Russia's expansionist outlook under Vladimir Putin suggests that any concession in the form of peace could be interpreted as a sign of structural weakness.

The most favorable scenario for Europe would be to reaffirm its capacity to support Ukraine, thereby forcing a potential Russian withdrawal from Ukrainian territory. This stance would allow peace to be achieved on strategically advantageous terms for Europe, making it clear that reconciliation should not be interpreted as capitulation under Russian pressure. In this context, balancing diplomacy with military firmness will be an essential component of European foreign policy.

Reassessing Relations with Asia

From a strategic perspective, Europe should also reconsider its relationship with China and other Asian markets. In light of renewed tariff threats from an increasingly protectionist United States, Europe could benefit from adopting a more collaborative stance with China and other Asian countries. A strategy aimed at strengthening economic ties with Asia would not only help diversify its commercial base but also consolidate Europe’s position as an autonomous and competitive actor in the global market.

Europe and the Redefinition of its Geopolitical Identity

Trump’s victory and the resurgence of a United States that is increasingly unilateral and detached from its traditional allies present both an opportunity and an imperative for Europe: to redefine its role on the world stage according to its own geopolitical parameters. The concept of "the West" as a monolithic entity seems to have lost relevance, and Europe, aware of this new reality, must adapt to an environment where strategic autonomy and the ability to act independently are not just options but imperatives to safeguard its stability and leadership.

In conclusion, amid the decline of American hegemony, Europe finds itself in an ideal position to assume a renewed leadership role in shaping economic, trade, and security policies. With a robust economy, an advanced industrial infrastructure, and the potential to establish the euro as a reference currency, Europe has the capacity to create an economic and political order that serves its own interests. This perspective calls for caution, strategic independence, and diversified cooperation, enabling Europe to consolidate itself as a strong and autonomous global actor in a transforming world.

Trump gana: ¿el ocaso de la hegemonía norteamericana?

La contundente victoria de Donald Trump en los comicios presidenciales, asegurando simultáneamente el control sobre ambas cámaras del Congreso y con el respaldo de una Suprema Corte de tendencia marcadamente conservadora, perfila a los Estados Unidos como un país transformado y con un sistema de controles y contrapesos debilitado a nivel federal. Con un presidente que ya posee experiencia en el ejercicio del poder y que dispone de plena autonomía para ejecutar su agenda, sin depender de asesores ni moderadores, el escenario político estadounidense sugiere una era de notable centralización y dirección unipersonal.

Este escenario plantea un cuestionamiento crucial: ¿qué implicaciones tendrá este nuevo Estados Unidos en la esfera de la política exterior y cómo afectará al equilibrio geopolítico global?

Hacia el fin de la hegemonía estadounidense

La hipótesis central de este análisis sugiere que la hegemonía de los Estados Unidos, entendida como el liderazgo indiscutible del "mundo libre", podría estar acercándose a su ocaso. Bajo un mandato que prioriza de manera estricta los intereses nacionales y que adopta una postura comercial y diplomática abiertamente confrontativa, Estados Unidos podría dejar de ser percibido como el guardián del orden liberal internacional para ser visto como una amenaza para el propio sistema global que tradicionalmente ha liderado. Ante este cambio, es probable que otras naciones se vean compelidas a desarrollar políticas de autodefensa y a formular estrategias comerciales y de seguridad autónomas.

Europa: un potencial polo de referencia

Ante esta transformación, Europa emerge como una región con el potencial de erigirse en un nuevo centro de referencia para políticas económicas y normativas en el ámbito internacional. Su capacidad de consumo es comparable a la de los Estados Unidos, y su planta industrial posee tecnologías de vanguardia en sectores estratégicos, lo cual la posiciona favorablemente para reestructurar las cadenas de valor globales a su favor. Una política monetaria que restablezca al euro como moneda de referencia para las transacciones de commodities, tales como el gas y el petróleo, podría minar la preponderancia del dólar y reducir así la dependencia internacional en la moneda estadounidense. Esta medida tendría el potencial de ejercer presión sobre la economía de Estados Unidos y de moderar las consecuencias de su política comercial cada vez más agresiva.

Seguridad y alianzas militares: desafíos y reorientaciones

En el ámbito de la seguridad, Europa deberá también reconsiderar sus alianzas estratégicas, ya no desde la óptica de un bloque "occidental" unificado, sino desde una perspectiva que responda a sus propios intereses continentales. La relación con Rusia y la situación de conflicto en Ucrania son puntos medulares en esta reorientación. Si bien un acuerdo de paz que permita reanudar el suministro energético desde Rusia representaría una ventaja económica para Europa, esta decisión debe ser evaluada con cautela. La perspectiva expansionista de Rusia bajo el liderazgo de Vladimir Putin sugiere que cualquier concesión en forma de paz podría interpretarse como una señal de debilidad estructural.

El escenario más favorable para Europa consistiría en reafirmar su capacidad para sostener a Ucrania y, de esta forma, forzar una eventual retirada de las tropas rusas del territorio ucraniano. Esta postura permitiría alcanzar una paz en términos estratégicamente ventajosos para Europa, dejando claro que la conciliación no debe interpretarse como una rendición ante la presión rusa. En este contexto, el equilibrio entre la diplomacia y la firmeza militar será un componente esencial en la política exterior europea.

Reevaluación de las relaciones con Asia

En términos estratégicos, Europa debe también reconsiderar su relación con China y otros mercados asiáticos. En vista de las renovadas amenazas de tarifas comerciales provenientes de un Estados Unidos cada vez más proteccionista, Europa podría beneficiarse de una postura de mayor colaboración con China y otros países asiáticos. Una estrategia orientada hacia el fortalecimiento de lazos económicos con Asia no solo contribuiría a diversificar su base comercial, sino que también consolidaría la posición de Europa como un actor autónomo y competitivo en el mercado global.

Europa y la redefinición de su identidad geopolítica

La victoria de Trump y el resurgimiento de un Estados Unidos cada vez más unilateral y desvinculado de sus aliados tradicionales plantean una oportunidad y una obligación para Europa: la de rediseñar su papel en el escenario mundial bajo parámetros geopolíticos propios. El concepto de "Occidente" como una entidad monolítica parece haber perdido vigencia, y Europa, consciente de esta nueva realidad, deberá adaptarse a un entorno donde la autonomía estratégica y la capacidad de actuación independiente ya no son solo opciones, sino imperativos para salvaguardar su estabilidad y liderazgo.

En conclusión, ante la disminución de la hegemonía estadounidense, Europa se encuentra en una posición inmejorable para asumir un liderazgo renovado en la formulación de políticas económicas, comerciales y de seguridad. Con una economía robusta, una infraestructura industrial avanzada y el potencial para consolidar el euro como una moneda de referencia, Europa tiene la capacidad de establecer un orden económico y político que responda a sus propios intereses. Esta perspectiva se convierte en un llamado a la cautela, a la independencia estratégica y a una cooperación diversificada que permita a Europa consolidarse como un actor global fuerte y autónomo en un mundo en transformación.

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